Había una vez una puerta blanca, muy digna, amable y gentil.
Se abría galantemente y dejaba pasar.
Ni un roce, ni un agarrón, nada.
Eso sí, siempre muy atenta y cortés.
Hacía todo lo que una puerta tenía que hacer.
No crujía, no se caí y ni siquiera se golpeaba.
Hasta que un día le tiraron pintura roja, y se estremeció tomando vida.
Hoy la puerta siente, agarra y golpea con audacia.
A veces vuelve a ser blanca, digna, demasiado amable y gentil,
es puerta al fin.
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2 comentarios:
Parece que a dos de las
puertas de mi casa les
tiraron pintura roja.
Saludos.
L.
Luciernaga, Eres una hormiguita!!! Me ubicaste!!!! Hay puertas manchadas en todas las casas parece!
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