Hoy Santiago amaneció lloviendo. Y esta lluvia plácidamente mecía el cuerpo lángido de Diego que colgaba del plátano oriental a la vuelta de de su casa. Al igual que la ciudad, su mujer amaneció llorando, igual que sus hijos, hermanos, vecinos consternados todos llorando su partida. Diego era nuestro mensajero. El hilo que conectaba los cuatro edificios en nuestro colegio. Una verdadera arañita. Iba y venía con sus zapatos de suela de goma, silencioso, de paso largo y ágil. Traía y llevaba sobres, mensajes y pequeñas encomiendas de todos y para todos. Hombre de pocas palabras, lentes, y amable. Pasaba desapercibido. ¿Cuantos habrán pasado debajo de aquel árbol hoy camino al trabajo y no lo habrán visto colgando de la soga?
Así era Diego.
Q.E.P.D.
¡La vida pasa, rápida caravana! Déten tu montura y procura ser feliz.
Omar Khayyam